Episodio 7 – Connecting People, Oz. La formación actoral en México. David Hevia y Martín Acosta.

En este episodio discutimos la obra Connecting People. También los problemas en los modelos de producción y el musical OZ. Nuestros invitados David Hevia y Martín Acosta nos ayudan a deshebrar el universo de la preparación actoral en el DF, las diferentes escuelas, sus virtudes y defectos.

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Acerca de Jose R. Valdes R.

Simply a Theatre Person, a technology sucker and design admirer. With the urge of becoming an entrepeneur
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4 respuestas a Episodio 7 – Connecting People, Oz. La formación actoral en México. David Hevia y Martín Acosta.

  1. Carolina Herzlt dijo:

    En cuanto a la formación actoral, desde mi punto de vista, considero que uno de los problemas más serios es el tener un acercamiento superficial al desarrollo de una ética profesional. Comprendo que muchas escuelas tengan esta parte del proceso como un sobre entendido de carácter personal (es muy probable que así sea de hecho), pero, el pasarlo por alto en la formación, puede traer como resultado pasarlo por alto en la vida profesional, llevando a pensar que se cumple con el trabajo, tan solo con estar en el salón de ensayos o en el escenario con un texto y/o una partitura de acciones aprendidos.

  2. ¿Pero qué más? ¿Qué otros compromisos crees que los actores deban hacer para cumplir con esta ética? S.

  3. carolinaherzlt dijo:

    Memoria y presencia física en un ensayo o función es una parte mínima (célula básica).
    – ¿Qué pasa cuando un actor está más comprometido con su celular que con el trabajo que está ocurriendo en el salón de ensayos? Acaso, solo porque «no te toca actuar», tienes una licencia tácita para enajenarte y dejar en el espacio solo un cuerpo vacío al que poco le importa el acto creativo que está sucediendo frente a ti, y que de una u otra manera también depende de ti y de tu energía creativa.
    – Aceptar un compromiso laboral, teniendo ya uno en puerta (fechas comprometidas). Es un punto cuestionable, más en un medio que posee una industria un tanto inestable; pero así como es importante saber negociar, es también muy importante el asumir los compromisos que se adquieren y las consecuencias que traen consigo. El nivel de entrega a una puesta no puede ni debe ser directamente proporcional al pago que obtengas por ello.
    – El contar la historia, transmitir el mensaje o materializar la visión del director (dependiendo de la visión que se tenga), siempre tendría que estar por encima del lucimiento personal. El ser actor te exige reconocer que tu ejercicio de creación se consolida al asumirse no solo como creador, sino como una herramienta de creación. En más de un sentido, para actuar hay que saber servir.
    – Reconocer con honestidad y humildad los límites que poseemos. Esos puntos débiles (o áreas de oportunidad, como se deseen nombrar) pueden ser equilibradas a través del entrenamiento. La preparación continua necesita ser una prerrogativa profesional. Será imposible descubrir cuanto más se puede lograr, si se desconoce que hay mucho más de lo que nos permitimos ver o conocer.

    Toda profesión tiene un código de ética, y esta no es la excepción. En 1945 en EU, la actriz Kathleen Freeman estableció uno para los actores que trabajaban con ella en el Circle Theater en Los Angeles. Ese código decía lo siguiente:

    1. Nunca perderé una función.
    2. Actuare en cada función con energía, entusiasmo y lo mejor de mis habilidades, sin importar el tamaño de la audiencia, enfermedades personales, mal clima, accidentes o incluso muertes familiares.
    3. Dejaré pasar toda actividad social que interfiera con ensayos u otra actividad relacionada a mi trabajo en el teatro y siempre seré puntual.
    4. Nunca atrasaré la función por no estar a listo a tiempo.
    5. Nunca perderé mis entradas.
    6. Nunca dejaré el teatro o el scenario hasta que termine la función, a menos que el stage manager lo solicite específicamente; las llamadas son también una parte de la función.
    7. No dejaré que los comentarios de amigos, parientes o críticos cambie ninguna fase de mi trabajo sin consultarlo apropiadamente; no hare cambios en mis lineas, trabajo, luces, utileria, o vestuario, o cualquier otra parte de la producción sin consultarlo y tener permiso del director, o el productor o sus agentes, e informaré a toda la gente a la que le concierne.
    8. Dejaré ir las gratificaciones a mi ego por las necesidades de la obra.
    9. Recordaré que mi trabajo es crear una ilusión; por ello, no romper esa ilusión saliendo del teatro con el vestuario o maquillaje.
    10. Aceptaré los consejos y avisos de mis productores y directores con la intención que me es dicho, pues ellos pueden ver la producción como un todo y mi trabajo desde el frente.
    11. No hare aspavientos mientras observe el trabajo de otros artistas mientras soy parte de una audiencia, tampoco hare críticas que provengan de los celos o de las ganas de hacerse interesante.
    12. Respetaré la obra y el texto, recordando que “una obra de arte no es una obra hasta que esté terminada”, no condenaré una obra mientras esté en ensayo.
    13. No esparciré chismes ni rumores mal intencionados para desacreditar la obra, el teatro o el personal conectado a él, ni con gente de la compañía, ni fuera de ella.
    14. Siendo que respeto el teatro en el cual trabajo, hare todo lo que esté en mis manos para mantenerlo limpio, ordenado y atractivo, aun cuando esa tarea no me haya sido asignada específicamente.
    15. Manejaré toda la escenografía, utilería y vestuario con cuidad, a sabiendas que es parte de mis herramientas de trabajo y una propiedad física fundamental de la producción.
    16. Seguiré las reglas de cortesía, comportamiento y decencia aplicables en cada aspecto de vida dentro del teatro. (En especial cuando esté en contacto cercano con el público), cumpliré con las reglas que tenga cada teatro en el cual trabaje.
    17. Nunca perderé mi entusiasmo hacia el teatro por culpa de desilusiones.
    A estos puntos se podrían añadir otros y analizar los existentes, pero me parece que son muy concretos y en su “dureza” guardan también mucha verdad. Si cada uno aplicáramos en verdad un código (sea uno tácito, establecido por el oficio, o uno desarrollado personalmente) que nos sirva como brújula de acción, en el momento en que desarrollemos y ejecutemos nuestro trabajo, el resultado no será solo una obra bien hecha; será una verdadera obra de arte.

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